En cada momento de la historia de la humanidad, Dios prepara a personas para que hablen en su nombre, cada una con misiones determinadas, para llevar a cabo su obra sobre la tierra. Estas personas han aprendido a escuchar la voz de Dios, para luego poderlas comunicar a sus semejantes.
Es deseo de Dios que sepamos reconocer a estas, normalmente se les han llamado profetas, el escucharlas o no hacerlo traerá sus propias consecuencias.
Juan Bautista tenía su propia misión antes ya de nacer y era preparar el camino al enviado a Jesús, el enviado de Dios (Juan 6: 29).
A Jesús para poder desarrollar su misión en la tierra, Dios lo revistió de su poder y en el nombre de Dios hizo grandes señales y prodigios (Juan 6: 26).
Él es quién nos conduce hacia sus enviados y tiene sus propias formas de hacerlo (Juan 6: 37)
Este poder que el Padre otorgó al Hijo, también a sus discípulos fueron transferidos (Juan 14: 12-17).
Dios sigue actuando y sigue preparando a personas para cumplir su obra, y entre la multitud escoge a personas de toda lengua y nación y los capacita (Salmo 89: 21-25).
Son como faros sobre la tierra, quienes ayudan a a la humanidad a buen puerto y que no zozobren en el intento (Lucas 11: 29).
La necedad también manda señales a los hombres, pero los que se dejan guiar por ella, lo único que conseguirán es descarriarse y poder llegar incluso a la muerte ( Proverbio 9. 16).
El cristiano una de su propia forma de existir es ser luz (5. 15) y si somos luz, no es para estar escondidos sino alumbrando.
Al igual el necio tiene su propia forma de existir, de ser y lo hace con con frenesí cuando se le quiere entorpecer en su actuación, de este frenesí hay que apartarse, pues dice la palabra que son peligrosos, como peligrosa es una osa a la que se le quita la cría (Proverbio 17: 12).
Si miramos atrás, podemos ver cuando hemos actuado neciamente, por nuestra forma de reaccionar, pero Dios tiene paciencia con nosotros, si de verdad queremos aprender, de El aprendemos la sabiduría, y crezcamos a la talla de perfección de su Hijo (efesios 4:: 13).
No es el que dice Jesús, Jesús, el que lleva la luz, sino el que ha dado el lugar en su corazón a la luz, que es Cristo, mismo, reinando en nuestros corazones (Efesios 3: 17), es la diferencia entre un faro que funciona y otro que solo es una torre, pero sin luz, no sirve para cumplir su misión.
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